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El Desorden del Procesamiento Sensorial está reconocido hoy como entidad diagnóstica en el sistema de clasificación diagnóstica Zero to Three (2005) y en el Interdisciplinary Council on Developmental and Learning Disorders (ICDL, 2005). Su inclusión en el sistema de clasificación diagnóstica DSM-V se encuentra actualmente en proceso de revisión (la Dra. Lucy Miller, OTR, y equipo se encuentra realizando una gran labor con este propósito).

  • Trastorno del Espectro Autista (TEA)
  • Déficit de Atención (con o sin Hiperactividad)
  • Trastorno de Aprendizaje (por ejemplo: Dislexias, Discalculias)
  • Dispraxia y Desorden del Desarrollo de la Coordinación (DDC)
  • Desorden de Regulación – Procesamiento Sensorial
  • Trastornos del Lenguaje Síndrome de Fágil X y otros
  • Síndromes genéticos
  • Niños nacidos prematuros
  • Trastornos neuromotores de múltiples causas (TEC, ACV, ECNE, etc.)
  • Educación familiar: Ayudar a la familia a entender cómo el perfil sensorial del niño/a contribuye a los problemas que han identificado constituye el primer paso hacia la solución. Entrenar en los padres la habilidad para captar las señales de advertencia e indicios que los niños/as suelen dar cuando un estímulo sensorial en particular es demasiado irritante, o cuando necesitan mayor intensidad del estímulo para poder orientarse hacia otro, abre las puertas para una mejor comunicación entre los padres y el niño/a, y favorece el desarrollo de este.
  • Modificación del ambiente. Para lograr una mayor sintonía entre las particularidades sensoriales del niño/a y las demandas y características ambientales, suele ser necesario hacer modificaciones en el entorno. Graduar la cantidad y la intensidad de estímulos visuales, táctiles, auditivos que el ambiente ofrece de acuerdo con las necesidades individuales, y armar espacios para la calma, así como otros que brindan información sensorial de calidad, favorece una mayor regulación y participación.
  • Intervención directa. Las características más destacables de la intervención directa en integración sensorial incluyen la provisión de un ambiente rico en experiencias sensoriales, en el cual el niño/a es un activo participante. No se trata de exponer al niño/a a experiencias sensoriales artificiales, sino a aquellas que favorecen la producción de componentes naturales de la actividad. El terapista sigue la motivación intrínseca del niño/a mientras favorece la experiencia, de modo que se produzca por su parte, la exploración de la situación y la resolución del problema que se plantea.